HABITAT: MI NATURALEZA MUERTA


















El paso del tiempo sobre mi propio hábitat desarrolla un cúmulo de capas que hacen evidente mis consumos, mis emociones y creencias como procesos culturales que me constituyen. A su vez, rastros de vida y signos de muerte que me insertan en un ‘estatuto natural’ que define mis ciclos humanos.
Los espacios íntimos en los cuales me desenvuelvo con cierta libertad marcan también su transitoriedad sobre mi persona: los puedo tomar y desplegarme en ellos como en un territorio propio. Una sensación que no dura mucho. Mi participación en ellos atiende a las imposiciones, influencias y mecanismos que se han adherido a mi identidad, dejándome sin un rostro y un cuerpo que pueda considerar enteramente propio. Una sensación constante de no tener una identidad, solo dudas y fragilidad.
El espacio es identidad. La identidad es conflicto. Me he sometido a una definición clara, precisa y funcional de lo que debo ser. Un molde insostenible en una época de capitalismo extremo donde mi cuerpo solo tiene cabida dentro de una naturaleza muerta.